Uno jamás termina de aprender en esto de la música. Llegué a la maravillosa voz de Solomon Burke, bien tarde, en 2002, alertado por algunos comentarios de revistas que hablaban sobre su disco "Don't give up on me", que contó con un elenco verdaderamente formidable de fans, que eran varios de los músicos más renombrados que uno pueda imaginar, entre ellos Van Morrison.
Macerada por los años, la voz de Solomon Burke tenía tanto el rango de la juventud como la madurez de la experiencia, y el soul que solamente el gospel te puede otorgar: en los últimos años se había dedicado a predicar, hasta que lo hicieron salir de la iglesia en 2001. Y el mundo reconoció su increíble voz.
Dispuesto a cantar hasta el último aliento, Solomon Burke murió llegando a Amsterdam, en el aeropuerto. Iba a realizar algunas presentaciones. El creador de la maravillosa "Everybody needs somebody to love", que tan bien interpretaran The Rolling Stones, se murió yendo a trabajar. Hacía tiempo que estaba descomunalmente obeso, y cantaba sobre un trono, como corresponde al rey del "rock'n soul".
Su partida me entristeció la mañana. Pienso escuchar todo el día su música porque me va a hacer sentir mejor. Paradojas de la vida.
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