jueves, 23 de diciembre de 2010

Genesis y los talibanes

Los talibanes de la música siempre estuvieron presentes. Son casi tan malos como los del signo contrario para quienes la música es lo mismo que un paquete de papa fritas. Siempre, los extremistas, se las han arreglado para que su posición parezca la lógica, pura y verdadera, pero no es más que una exacerbación de una tendencia. Pasa en la política, donde cualquier mugriento cree exhibir un perfil de pureza ideológica, y pasa en la música, donde alguno que superó la barrera de los 200 CD, ya se cree en posición de juzgar desde su extremismo.

En 1978, hubo un gran escándalo en torno a Genesis porque se habían atrevido a tener un hit en los charts: “Follow you, follow me”. Fue un módico #23 en Estados Unidos, pero un #7 en Gran Bretaña. Lo que molestaba es que fuera una melodía de lo más pop y con formato de canción. Ya los antecedentes los condenaban: primero se había ido Peter Gabriel, y ahora los abandonaba Steve Hackett. Era Phil Collins con un plan siniestro concebido detrás de su interminable torre de tambores, que pensaba llenarse de dinero a costas del prestigio de Genesis haciéndoles cantar una serie de bobadas hechas con el éxito en mente. Boberías. Paparruchadas.

Hoy a la distancia entiendo que “And then there were three” fue un disco que hizo temer lo peor a los puristas ideológicos de la progresiva, pero que en realidad se trató de un cambio: ahora buscarían un formato de canciones. Y el disco tiene unas cuantas de ellas que son absolutamente hermosas. “Undertow” para comenzar, con el usurpador Rutherford tejiendo en sus guitarras (en connivencia con el traidor Tony Banks) una alfombrita que sería estropeada por el pisotón de los tambores del líder Collins. Claro, nadie reparó en que se trataba de una canción bella y melancólica. Tan solo que no era en 7/8 o 15/16.

“Snowbound”, por ejemplo, podría haber formado parte de “Wind & Wuthering”, el invernal disco anterior, y nadie hubiera protestado. Pero aquí se lo tomaba como el símbolo de la decadencia baladística de Genesis, un estado que había sido diagnosticado por aquellos incapaces de distinguir un mellotron de un moog. Igual definición le cupo a “Burning rope”.

Hoy vuelvo a escuchar a “And there were three” y cada una de las canciones tiene su mérito. Lo que pasa es que aquellos tiempos se veía al enemigo en todos lados; era como el fantasma del imperialismo, que se agazapa detrás de cada lata de conservas en el supermercado. “Many too many” es una balada clásica, pero no podría haber sido hecha por ningún otro grupo que no fuera Genesis. Esa atmósfera, ese desarrollo melódico, esa progresión de acordes que solo un genio como Tony Banks podría concebir de un modo tan simple. Las guitarras espectrales de Hackett, bien remedadas por Rutherford.

Es más: si uno escucha bien “Follow you, follow me”, entenderá de inmediato que se trata de una gran canción y mucho mejor que la mayoría de los hits de ese año. Pero cuando miro hacia atrás, y me veo yo también un poco talibán (aunque muy traidor a la causa), entiendo que los rockeros solíamos ser muy reacios al cambio y nos contentábamos con nuestro rock ideal, como si fuéramos tangueros que preveíamos la extinción. ¡Y fíjense lo que le pasó al tango! Le salieron nuevas alas y hoy vuela por todo el mundo. Tengo la sensación de que en cualquier momento pasa eso con el rock.

Pero escuchando “And then there were three” no puedo menos de sorprenderme con las acusaciones de traición, herejía y comercio que los propios fans de Genesis, al menos los criollos, le propinaron a una banda que cada vez que la escucho, la encuentro más notable. Y que conste que soy un muchacho de Yes.
 
 
 
 
 
 

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