jueves, 23 de diciembre de 2010

20 libros

Este es un blog viejo, actualizado. La cosa fue así: creo que para algún medio me pidieron que hiciera una lista de mis 20 libros favoritos. La hice y me pareció poco representativa, así que agregué 20 más. Hasta ahí, mi consigna fue no repetir autores. Después, decidí repetirlos porque no quería dejar afuera ciertos libros que me gustan mucho. Más creció la lista. Me propuse llevarla a cien.

Son todos libros que he leído y me han gustado. Hay de todo: aventuras, ciencia ficción, novela, filosofía, deporte, autoayuda. Hay autores de derecha, izquierda, torcidos, invertidos, pervertidos, etc. Mi cultura es así, al voleo, como vinieron llegando y como me fue dando la gana o me pareció conveniente. No tengo una educación formal y sistemática: todo en mi vida ha sido buscar más de lo que me gusta y tratar de entender un poco lo que no, pero más que nada para saber porqué no, así puedo entenderme un poco más yo.

Esta es la lista.

40 libros


1. Sexus - Henry Miller
2. Ficciones - Jorge Luis Borges
3. Historias de cronopios y famas - Julio Cortázar
4. Sandokán - Emilio Salgari
5. Hacia una moral sin dogmas - José Ingenieros
6. Las enseñanzas de Don Juan - Carlos Castaneda
7. En el camino - Jack Kerouac
8. Farenheit 451 - Ray Bradbury
9. El lobo estepario - Hermann Hesse
10. Cien años de soledad - Gabriel García Marquez
11. De qué hablamos cuando hablamos de amor - Raymond Carver
12. El banquete de Severo Arcángelo - Leopoldo Marechal
13. Crónicas del Ángel Gris - Alejandro Dolina
14. Diario de la guerra del cerdo - Adolfo Bioy Casares
15. El almuerzo desnudo - William Burroughs
16. El extranjero - Albert Camus
17. Solaris - Stanislav Lem
18. Invitación al abismo - Enrique Symns
19. Un sueño americano - Norman Mailer
20. Ponche de ácido lisérgico - Tom Wolfe
21. Miedo y asco en Las Vegas - Hunter S. Thompson
22. Crash - J.G. Ballard
23. Campos de Londres - Martin Amis
24. La música del azar - Paul Auster
25. Hacedor de estrellas - Olaf Stapledon
26. El código del samurai
27. Un mundo feliz - Aldous Huxley
28. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? - Philip K. Dick
29. Heliconia. Primavera/Invierno - Brian Aldiss
30. Neuromancer - William Gibson
31. Narraciones extraordinarias - Edgar Allan Poe
32. Cuentos de amor, de locura y de muerte - Horacio Quiroga
33. Apologías y rechazos - Ernesto Sábato
34. Inconcebible - Ben Elton
35. Drácula - Bram Stoker
36. El criticón - Baltasar Gracián
37. Alta Fidelidad - Nick Hornsby
38. Wilt - Tom Sharpe
39. El cielo protector - Paul Bowles
40. El amigo americano - Patricia Highsmith
41. Una hoja en la tormenta - Lin yu Tang
42. El Aleph - Jorge Luis Borges
43. Primavera negra - Henry Miller
44. Final de juego - Julio Cortázar
45. El Capitán Tormenta - Emilio Salgari
46. Crónicas marcianas - Ray Bradbury
47. El hombre mediocre - José Ingenieros
48. El 45 - Félix Luna
49. El don del águila - Carlos Castaneda
50. Los caminos a Katmandú - René Barjavel
51. Flash - Charles Duchassois
52. Memorias de una princesa rusa
53. Historia argentina - Rodrigo Fresán
54. Nadar de noche - Juan Forn
55. Demián - Herman Hesse
56. Siddharta - Herman Hesse
57. El coronel no tiene quien le escriba - Gabriel García Márquez
58. Crónica de una muerte anunciada - Gabriel García Márquez
59. Argentinos - Jorge Lanata
60. El libro tibetano de los muertos - Sogyal Rampoché.
61. De Perón a Montoneros - Marcelo Larraquy
62. Historia universal de la infamia - Jorge Luis Borges
63. La invención de Morel - Adolfo Bioy Casares
64. Adan Buenosayres - Leopoldo Marechal
65. Soy leyenda - Richard Matheson
66. La hojarasca - Gabriel García Márquez
67. Los funerales de la mamá grande - Gabriel García Márquez
68. El cielo protector - Paul Bowles
69. Conocer al Diego - Daniel Arcucci
70. Historia de la estupiez humana - Paul Tabori
71. El general en su laberinto - Gabriel García Márquez
72. Los hombres duros no bailan - Norman Mailer
73. Megafón o la guerra - Leopoldo Marechal
74. El ABC de Groucho Marx
75. El libro de los seres imaginarios - Jorge Luis Borges
76. Trópico de Cáncer - Henry Miller
77. Trópico de Capricornio - Henry Miller
78. El arte del ingenio - Oscar Wilde
79. Yonqui - William Burroughs
80. Temas actuales - Norman Mailer
81. Yo también fui un espermatozoide - Dalmiro Sáenz
82. Como ganar amigos - Dale Carnegie
83. El interior - Martín Caparrós
84. El extranjero - Albert Camus
85. No logo - Naomí Klein
86. La economía Long Tail - Chris Anderson
87. La ilusión perdida - Joaquín Morales Solá
88. Todo lo que hacemos sin saber porqué - Robert Fulghum
89. Diario de la Argentina - Jorge Asís
90. Así hablaba Zarathustra - F. Nietzche
91. A sus plantas rendido un león - Osvaldo Soriano
92. Memorias encontradas en una bañera - Stanislav Lem
93. El Hobbit - John Tolkien
94. El curioso incidente del perro a medianoche - Mark Haddon.
95. La metamorfosis - Frank Kafka
96. El color que cayó del cielo - H. P. Lovecraft
97. El perfume - Patrick Suskind
98. Las mil y una noches - Anónimo
99. Diccionario del diablo - Ambrose Bierce
100. El libro negro - Giovanni Papini

La banda británica más vendedora de Estados Unidos

La historia del rock ofrece escenarios sumamente curiosos para aquellos que se disponen a investigar en los pliegues de su historia. Y si no están de acuerdo, bastará traer a la memoria el ejemplo de Fleetwood Mac, que en 1977 desató una manía con su disco "Rumours", que se transformó en uno de los álbumes más vendidos de todos los tiempos, y uno de los que más se vendió en la historia de Estados Unidos, reflejando un sonido esencialmente "americano". Lo raro es que ellos eran ingleses.

O al menos lo fueron en sus primeros tiempos y de hecho nacieron en Gran Bretaña. El núcleo central del primer Fleetwood Mac lo constituyó el trío de Mick Fleetwood, John Mc Vie y el genial guitarrista Peter Green, cuya historia es un capítulo aparte. A ellos se les sumaba Jeremy Spencer (otro capítulo distinto por causas no musicales). Los primeros tres egresaron de las academias John Mayall, el patriarca del blues inglés cuyo grupo fue un semillero de donde brotaron, además de Fleetwood, Green y Mc Vie, talentos como Mick Taylor o Eric Clapton, por mencionar solo algunos.

Fleetwood Mac comenzó como una banda de blues hecha, derecha y ortodoxa: los talibanes de los doce compases. En los '70, sin Kirwan y Green, ya instalados en California, sumaron a Lindsey Buckingham, Stevie Nicks y Christine McVie (después de otros reemplazos que hicieron), y llegaron a ese sonido tan de auto nuevo que tiene aún hoy "Rumours". Después, el bolonqui interno tomó estado público y los ejemplares de ese álbum volaron. La saga sigue hasta nuestros días.

Todo este introito fue un engaño para dirigir vuestra atención a algo del medio; un disco de 1969 llamado "Then play on", considerado uno de los mejores de la historia del rock inglés. Fleetwood Mac todavía tenía sabor a blues, pero ya lo estaban condimentando con otras especias que los arrojaban en desarrollos largos de jam-blues, con verdaderos hallazgos, como el riff de "Oh, well", quizás uno de los mejores riffs de la historia. Pero el resto del disco es un deleite de comienzo a fin, con Peter Green alcanzando la excelencia y el resto de sus compañeros directamente incendiado por una música arrasadora.

1969 fue un año pródigo en grandes discos, y de hecho fue uno de los mejores años de la historia del rock junto con 1973; después la cosa se puso muy extraña y jamás tan buena. Pero lo interesante de "Then play on" es que muestra como partiendo del blues, se puede expandir un grupo hasta temas como "When you say", que tiene algún punto de contacto con el Syd Barrett de Pink Floyd (sumado a cierta tradición del folk inglés), que en esa época intentaba elegir un futuro y no se decidía por ninguno en "Ummagumma".

La historia de Fleetwood Mac da para escribir un libro (espero conseguir pronto alguno bueno, si lo hay), pero este capítulo en especial vale la pena escuchar con serenidad de espíritu y atención total. Cosas difíciles de lograr hoy en día, pero más difícil sería que hoy apareciese una banda que editase un disco tan bueno como "Then play on".

Phil Collins: pasión de multitudes

Pobre batero calvo: fue apenas postear la tapa de su nuevo disco que se llama "Going back", y que lo muestra joven, con pelo y palitos en la tapa. Se trata de un álbum donde versionará clásicos del soul, cosa que hizo muy bien en su momento con "You can't hurry love" de The Supremes... y le llovió una discusión en Facebook que para qué les voy a explicar.

Entonces escribo esto rápido y sucintamente para expedirme y explayarme sobre este tema de candente actualidad. Yo lo quiero a Phil Colllins. Una de esas razones es personal: lo entrevisté telefónicamente en los '90, y se cortó la comunicación. ¿Pueden creer que el tipo me volvió a llamar? Y me dijo como en secreto: "shhh, nos cortaron". Pero en realidad siempre lo admiré como baterista. Un tipo con la técnica de un buen jazzero y el golpe demoledor de un Bonham. Lo que hizo en Genesis, fue para desparramar muñecos, tocando en métricas imposibles con sentido común y buen swing. Escuchar "Los endos" para mayores detalles. O todo "A trick of the tail", que es un discazo.

Claro, al pobre Phil le tocó reemplazar a Peter Gabriel y lo hizo muy dignamente. Pero los ortodoxos que nunca faltan le echaron en cara que "comercializó" a Genesis. Cosa muy discutible, porque el mayor compositor del grupo siempre fue Tony Banks, y no creo que se lo haya llevado por delante. Genesis había alcanzado con Peter Gabriel (que se fue por su cuenta) la mayor sofisticación posible. Y llega un punto en que no se puede hacer más difícil la cosa. Sin embargo, tanto "A trick of the tail" como "Wind & Wuthering" son álbumes excelentes y bien sinfónicos. Ya en "And then there were three" se pusieron más canciones, hicieron un desvío que me encantó en "Duke", y después vino la caída. Que no la provocó el pelado.

La cosa fue así: deprimido, bebiendo en exceso y en una crisis personal porque su esposa lo dejó, hizo "Face value" y sin querer descubrió una extraña clase de pólvora que revolucionó el rock nacional. El de acá: "Yendo de la cama al living" está construído a su imagen y semejanza, ya desde la tapa. Para propia sorpresa de Phil Collins, su disco fue exitoso gracias a "In the air tonight", un tema medio paranoico que estalla en su portentosa entrada de batería y que marcó el inicio del sonido de los 80 (el mainstream, al menos).

Continuó con "Hello, I must be going", en donde se concentró más en las canciones y en esos vientos de Earth Wind & Fire. "I cannot believe its true" es uno de mis temas preferidos, porque me trae grandes recuerdos de escucharlo en la radio, en la casa de mi novia de aquel genial 1983, que lo pasaba el Negro Albornoz en su programa de FMR, cuyo nombre no recuerdo (¿El gigante pacífico?).

Después llegó el tercero, "No jacket requiered" y con él la saturación. Phil Collins hasta en la sopa con ese horrendo tema llamado "Sussudio" que para colmo de males salió en versión maxi y sonaba en todas las discotecas. Tuvo tantos hits y tantos videos, que Collins hartó. Y la repetición de la fórmula asqueó tanto que impidió ver que el tema "Another day in paradise", del disco posterior, era un temazo. El único que se dio cuenta, y así me lo hizo descubrir, fue Charly García, hipnotizado por los coros que le hizo David Crosby.

Después... ya perdí el interés. Genesis con "Abacab" (que yo llamaba "Acabad"), se fue poniendo un poco aburrido aunque siempre con algunos hallazgos. Y cuando Collins se fue, llegó el abismo con "Calling All Stations". Genesis volvió hace un par de años, y realmente no había vida en ellos. Phil Collins tiene una enfermedad nerviosa degenerativa que le impide volver a tocar la batería. Tiene todo el dinero del mundo, y sin embargo, quiere cantar los temas soul que le partieron la cabeza de pibe.

No sé ustedes, pero yo lo voy a escuchar. Y hasta creo que le voy a perdonar su insoportable SU-SU-SUDIOOOO.

Patitas

En los últimos tiempos noté que uno de los estilos que mayor placer auditivo me brinda es lo que podría llamarse, muy genéricamente, country-rock o folk-rock. Una música en donde aparece como primo lejano el blues y el country (no ese producto de tipos vestidos de cowboys, sino el country más profundo) en primer plano. O el folk. Aunque la diferencia entre ambos... se las voy a explicar a los que hagan el curso.

Ese estilo es amplio y abarca desde James Taylor, un cantautor acústico, a Eagles, pasando por muchas otras estaciones. Podría decirse que Bob Dylan fue el generador de esta onda, pero en realidad fueron The Byrds los que electrificaron la música de Dylan. Pero no nos equivocamos si decimos que uno de los grupos más representativos ha sido The Band, el grupo que acompañó a Dylan cuando electrificó su música en la segunda mitad de los ’70.

Ayer estuve escuchando “·Music from the Big Pink”, aquel legendario debut de The Band, pero en realidad quería escribir un poco sobre Little Feat, otra banda del estilo. Digamos que el country los informa pero no los forma: son de Los Angeles. Su líder supo ser un virtuoso que tocó con Frank Zappa: el colosal Lowell George, gran compositor, cantante genial, y guitarrista maravilloso que por un daño causado en una mano se tuvo que arreglar con el slide, y se convirtió en uno de los mejores guitarristas que utilizan esa barra metálica tan querible.

Little Feat tiene a otro genio en su seno: Bill Payne, uno de los mejores tecladistas que he escuchado en esa veta. Cuando volví de un viaje torpe y difícil, más por la desorientación que por la distancia o la dificultad del mismo, puse “Dixie Chicken” en el stereo del auto, y fue de una inestimable ayuda. Lo escuché dos veces, y cuando llegaba el tema “Roll ‘em easy”, inevitablemente miraba por el espejo retrovisor porque pensaba que había una ambulancia que venía. Y no: era el slide de Lowell George.

Otro tema maravilloso es “On your way down”, un carnoso viaje al infierno tapizado de negras que cantan unos coros de absoluta sensualidad, y que yo conocí hace relativamente poco en la versión que hicieran Elvis Costello y Allen Toussaint. Little Feat tiene otros discos muy buenos como “Feats don`t fail me now” o “Sailin’ shoes”, y además tengo el interesantísimo disco solista de Lowell George: “Thanks, I’ll eat it here”, a lo que le sumo “Representing the mambo”, disco de la etapa sin Lowell, que murió de un ataque al corazón en junio de 1979.

Little Feat, al igual que en su momento Van Morrison y John Martyn, es un grupo que descubrí de la mano del maestro Alfredo Rosso. Ojalá que ustedes también puedan disfrutar de este maravilloso sonido orgánico y sin aditivos.
 
 
 
 
 

Con el resultado puesto

Muy bien, ayer perdimos. No era hora de pensar ni de escribir sino el momento de digerir la derrota; obvio que la digestión será más larga, pero el ayer es ayer y hay que mirar hacia el mañana. Si la victoria no da derechos, la derrota tampoco debe ser una condena. El problema es que mucha gente partidaria del “que la sigan chupando”, sí consideró que la victoria que nos clasificó al mundial daba derecho al LTA. Por lo tanto, los que supuestamente LTA querrán hacer prevalecer esa misma moneda porque los que LTA ahora son los reidores del ayer. Y hoy lloran como lloramos todos, la diferencia es que algunos creen tener derecho a la venganza. Y no es así.

Escribir con el resultado puesto es muy fácil. Por eso, yo mismo en este blog me dediqué un poco a la sanata y vaticiné un par de meses atrás (sí, vacitiné, predije, anticipe) lo que iba a pasar. No sé si llegué a escribir que para mí podríamos alcanzar los cuartos de final en tiempos en que: o salías campeón del mundo o te volvías en primera ronda, tal eran las opciones. La experiencia me indica, cada vez más, que nada es tan negro ni tan blanco, ni tan derecho ni tan torcido y que cada uno habla como le va en el baile.

Es más, con respecto al “que sigan chupando”, escribí que es lo que había que hacer en cada caso. Y creo que en cuarto de final puse que ahí estábamos a mano, que se le podía dar un abrazo fraterno a Maradona y decirle gracias por el deber cumplido. Hasta un beso de varón en la mejilla, pero de chupar, nada. Y como el Diego, muero en la mía. No lo voy a crucificar a Maradona por lo de ayer, porque una goleada se la comen hasta los grandes equipos, pero tampoco por eso voy a proponer que alguien que nunca convalidé siga en su puesto. Es hora de cambiar. El que no cambia es un imbécil, dijo Carlos Bianchi que es mi candidato como siempre lo fue. A Boca o a la Selección (que para mí son casi sinónimos, aunque hay veces...)

Ahora, este país da para sorpresas por su voluntad manifiesta de persistir en el error, abarcando con esta frase todo el quehacer nacional y sobre todo el político. No me sorprende en un país en donde todavía hay gente que extraña a los milicos, o que quiere volver a votar a Menem, o que piensa en que los Kirchner deberían seguir más allá de dos períodos, se piense en que después del fracaso de ayer, Maradona debería continuar. Bueno, Grondona le extendió la confianza a Bielsa después del papelón en el 2002, así que no veo porque no va a seguir con el Diego que llegó a cuartos. El problema es que tanto Grondona, como Bilardo, como Maradona, ya tuvieron sus oportunidades de acertar y equivocarse, y que es hora, aunque más no sea en nombre de la redistribución social de las probabilidades, que sea el turno de otros. Y no me vengan a correr con aquello de “malo conocido es mejor que bueno por conocer”, porque ese es un argumento de la derecha (a la que tanto gustan denostar).

Lo que no hay que hacer es crucificar al Diego, porque el tipo hizo lo que pudo y jamás traicionó sus convicciones. Es más: lo que lo destrozan hoy son aquellos que de haber derrotado a Alemania aunque más no sea por penales hablarían maravillas. Ni una cosa ni la otra. Tampoco tenemos que estarles agradecidos y por ello extenderle un alargue a su reinado, que ayer colapsó. En ese sentido pienso en los políticos, que viven pasándole factura a la población: “EH, NOSOTROS LO HICIMOS”, como si esa no fuera su obligación por la cual cobraron y gozaron de un poder importante que nosotros le delegamos. No hay que agradecerle a los gobernantes (ni a los futboleros): era su fucking obligación. No hay deuda, salvo que se hayan afanado algo.

Volviendo a Maradona, fue el jugador más grande de todos los tiempos y por lo que representó y por su inconmensurable carisma fue que pudo soportar esta transición. Y bien que nos ilusionó. Porque yo ayer confiaba en la victoria argentina. Sabía que no había equipo, pero sí que teníamos grandes jugadores que podían (pueden) desequilibrar y traernos la luz de ventaja en un partido cerrado. Pero esta vez el otro equipo fue mucho mejor que nosotros porque jugó asociadamente, y Argentina no logró el acuerdo entre sus jugadores. Una metáfora clara del país: tenemos un potencial de la gran siete, pero no nos ponemos de acuerdo ni siquiera en cuestiones mínimas y vivimos peleando y gastando energía al pedo.

Maradona ni siquiera tiene título de técnico. Se lo invitó a que cursara, a que ampliara conocimientos, a que se formara, pero nada. No estaba capacitado para la tarea, pero tenía toda su experiencia deportiva que lo avalaba. ¿Eran esas maravillosas horas de vuelo -en el sentido hasta literal del término-, homologables con la tarea de director técnico, en la que jamás logró algo de valía? No. Sin embargo, manejados por Grondona se nos hizo creer que sí. Grondona es otra metáfora del país: un tipo que se atornilló a su silla hace millones de años, que estuvo con todos los gobiernos, y que se resiste a abandonar la manija, pretendiendo tal vez que su hijo continúe su obra. No.

Hay que cambiar, aunque más no sea por cambiar nomás. Siempre. Cuando algo no funciona, hay que arriesgarse a otra cosa. Persistir en el error, no es más que ahondarlo. Los que aman a Maradona, incluso, deberían protegerlo y no insistirle para que se quede. Hay una hija que ayer lloró a lágrima viva la derrota de su papá. Demoslé tiempo a ella, a su hermana, a la mujer del Diego, a su nieto, y a todos sus familiares para que cicatricen las heridas del hombre. No lo expongamos más. Yo a un amigo que se quiere ir a pelear por el honor, aun sabiendo que pierde, lo freno como sea: no dejo que lo caguen a trompadas.

¿Por qué no hacer algo simple? Pensar en qué nos equivocamos y en quien podría ayudar a corregir el error. Simplemente eso. Se llama autocrítica. Es lo contrario del aguante. Es aceptar que uno se equivocó y en confiar en la propia lucidez para el cambio que nos conduzca a un acierto, o de última, a un nuevo error. Pero no el mismo. Es señal de evolución.

70 veces Ringo

Setenta veces Ringo

Que Ringo Starr haya cumplido 70 años, es algo que me supera. Para mí, siempre va a tener treinta y cuatro, como cuando descubrí a Los Beatles. Pero la verdad es que el hombre ha llegado muy bien a esa edad en la que uno definitivamente debe dejar de manejar, porque ya los reflejos no son los mismos, tampoco la decisión, y sino compartan un viaje con cualquier taxista viejito, de esos que tienen que seguir laburando porque la jubilación no les alcanza, y entenderán lo que les digo. Me pregunto como afectará eso a un baterista.

Everybody loves Ringo. Es un hecho. Y tiene que ver más con su simpatía, con su carisma, y con cierta imagen de desvalido dentro de Los Beatles, que con sus méritos musicales. Este post, de algún modo lo escribo respondiendo a una pregunta de Pablo, que me dice que hay bateros virtuosos como Alex Acuña o Vinnie Colaiuta, que lo desmerecen. Deberían lavarse la boca con jabón esos dos turros, porque sin Ringo ellos hubieran sido aburridos bateristas de jazz.

Yo toco la batería desde los 14 años, porque al igual que otros miles, crecí queriendo ser como Ringo. No es un baterista virtuoso, sino un atorrante que aporrea los parches. Y así como los perros de pedigrí me parecen medio pelotudos, y los que no parecen pertenecer a raza alguna los más inteligentes, a mí me gustan los bateristas personales. Hay miles de virtuosos impersonales. No hay mucha gente que con un instrumento que no provee armonía y melodía, pueda ser expresiva. Y Ringo lo es. Tiene una idiosincracia para tocar; reconocés su sonido, sus redobles y su buen gusto.

Verlo tocar con Los Beatles es maravilloso; sacude el hi-hat como quien bate mayonesa escuchando boogie por la radio. De Ringo se desprende una alegría contagiosa, que se percibe por su amplia sonrisa, su sacudida de melena, y su cabeza moviéndose al compás de la música, como poseída por el ritmo. Y sin embargo, el tipo mantiene ese ritmo, calentito y vibrante. Dota a la canción de algo especial; responde a las modulaciones de la canción, tiene un oído que se conecta con los dedos. Los Beatles sin Ringo, no hubieran sido Los Beatles.

Simplemente escuchen los dos golpes que mete al comienzo de “Free as a bird”. Ningún otro que no fuera Ringo hubiera logrado ese sonido, que va más allá de la capacidad que tenga un ingeniero o un productor, en este caso Jeff Lynne, de reproducir el sonido beatle. “Páh Páh”. Otro batero hubiera puesto: “Trun cututrún cututrún”. Ringo es el colmo de la síntesis. Pero ha tenido sus momentos expansivos, como en “Rain”, “Strawberry Fields”, “Helter Skelter”, “Thank you girl”, “Paperback writer”, “Come together”.  Lo que define a Ringo es el criterio al tocar; mezcla de calle y chops de jazz mal aprendidos pero bien empleados. Lo que define a un buen músico es su expresión, la emoción que genera cuando toca, la originalidad. Ringo Starr, para mí, abarca las dos cosas. No creó una escuela, porque es un clásico que no introdujo grandes variantes. Pero nadie le ha enseñado tanto a tantos bateristas a lo largo del tiempo.

Ahora escucho su disco de este año, “Y Not”, nada del otro mundo, pero tampoco nada mal. Celebro que siga vivo, golpeando parches y soplando velitas, mientras mantiene una pinta gallarda que no parece afectada por el paso del tiempo. Hay gente que quiere ser Bob Dylan. Yo sólo quiero ser Ringo Starr.


 
 
 
 
 
 

Ramones manía

La hago cortita porque tengo que laburar. Cada tanto me acuerdo que mi primer libro fue "Ramonesmanía", un texto no muy corto ni muy documentado sobre The Ramones, una banda de la que supe ser "road manager" por un día, durante la primera visita del grupo en 1987. Lo volví loco a Grinbank así que me puso a laburar. Debí haber seguido haciéndolo con otras bandas: hubiera conocido a todo el mundo.

Lo cierto es que la segunda mitad de los '80 me encontró poseído por The Ramones. Mis discos favoritos son: "Rocket to Russia" y "Road to ruin". El resto, lo discutimos. Pero estos son intocables. Me acuerdo de tener grabados los dos en un casette Grundig que literalmente gasté (se quedó sin la felpita).

Debo decirlo: cuando pienso en mis libros, el primero es el de Charly, y dudo si incluir la reedición de 2007, por lo tanto son cuatro. Y "Ramonesmanía" queda perdido allí en su tiempo. Es un libro que vendió bastante bien, porque recuerdo que me liquidaron dos veces regalías. Pero es un libro que no firmé porque la editora AC no tenía esa norma, y figuraba adentro como "textos".

Digo la verdad: es un libro que hice por dinero. Me daban la plata justa como para que agregando unos mangos yo, pudiera cambiar la batería. Es así como vendí mi querida Colombo, y me compré una Drum System, que resultó muy buena, aunque creo que nada supera la CAF quemada que aporreaba en 1981.

Y pienso que algún día debería escribir un buen libro de The Ramones, porque ahora puedo hacerlo bien, con experiencia, con mayor documentación y mayor comprensión de la historia en la que se desarrolló su ciclo vital.

Quiero decirles a los fanas de The Ramones que compraron "Ramonesmanía", que espero poder hacer un texto mejor en el futuro. Sé muy bien que a todos les gustó, pero también sé que puedo hacer algo superior. Si en algún momento los elementos ocupan el lugar que el feng-shui propone, quizás aparezca el hueco.

Digo esto después de haber escuchado mis dos discos favoritos de The Ramones, que no escuchaba desde hacía décadas. Y después de sentir que, como en aquel tiempo, Ramones era maravilloso.

Caballos cansados en un histórico departamento

En Facebook publiqué una nota sobre el viejo departamento de Charly García, que salió en Perfil.com y donde yo cuento algunas cosas. Realmente ver las fotos del estado en que quedó, me produjo penita, y reflexioné que era de alguna manera una fotografía de lo desangelado que estaba García en sus últimos años. Una foto vieja de alguien que está mucho mejor.

Siempre se da la cuestión de los lugares históricos, la melancolía que producen y los momentos que representan, que parecen chocar contra el presente, el progreso y el futuro. Yo soy un amante de los lugares históricos, pero de mi propia historia. Y me sucedió lo siguiente. Yo vivía en la calle Alberdi al 2400 en Flores. Estuve unos 15 años sin volver a entrar al edificio, y cuando lo hice visitando a una familia, pensé que me iba a dar una emoción que me iba a hacer llorar. Nada.

Lo mismo me sucedió con Mendoza. Pensé que cuando entrara al Barrio Cano, donde pasé algunos de los momentos más felices e iluminados de mi vida, vacacionando en lo de mi Tía Lila, me iba a dar un patatus. Nada de eso. O pasar por mi viejo colegio, o por la casa de una ex, o ver a mis compañeros del secundario. ¿Es que acaso soy un insensible? No: entendí que lo que hacía que esos lugares fueran especiales era la gente y las cosas que pasaban entre nosotros en ese ámbito. Que quizás los lugares tengan energía, sí, pero que hace falta algo más para ponerla en movimiento.

Ah, y la corto porque me voy a morfar. Estoy escuchando el segundo disco de León Gieco, "Banda de caballos cansados", y quería escribir algo al respecto. Pero tengo mucha hambre.

The Smiths de contrabando

Recuerdo la cara de sueño de Alfredo Rosso, en ese micro infernal que paraba en todas y nos llevaba a paso de mula desde Uruguaiana a Porto Alegre, donde íbamos a comprar discos para su disquería. Calculo que habrá sido entre 1985 y 1986, cuando yo atendía algunos días su disquería Tabú, en el sótano de la Bond Street. Alguna vez había soñado con tener una disquería y hasta quise comprar un local en JB Alberdi y Pedernera, pero me dijeron que no era zona prioritaria, y me pidieron un fangote. Bueno, ese sueño lo cumplí con Alfredo y comprobé que hay sueños que cuando se vuelven reales se transforman en una pesadilla.

¿Cómo recordar aquel viaje? Simple, por los discos que traíamos. Me viene claramente a la memoria "Hatful of Hollow" de The Smiths, porque también significó en mi vida una nueva dimensión, de la misma manera que The Smiths significó algo nuevo en la vida del rock inglés, en un momento en que perdía la savia por las cuatro hojas.

Lo gótico estaba mutando en algo que traería momentos felices... lo que para un gótico es un horror. Con esto me refiero a que The Cure, en 1984, cuando surgen The Smiths, estaba convirtiéndose en capullo (tal vez por eso el tema "The Caterpillar"), para terminar en la mariposa que los hizo masivos en 1985 con "The Head on the Door". Echo & The Bunnymen estaba en una transición similar. Era un tiempo donde no se veían nuevas ofertas dentro del terreno del rock, que marcaran un camino propio y diferente, sino productos comerciales (algunos muy buenos como Matt Bianco), y bandas que prometían pero no cumplían.

The Smiths voló a la mierda (prometo no usar este lenguaje en los cursos) con ese estado de cosas. Tenían una música interesante, construída de un modo diferente, a través de la guitarra de Johnny Marr, y un cantante como Morrisey, que escribía letras para los chicos sensibles que preferían cultivarse con un libro de poesía o de Wilde en su dormitorio, a cumplir con los rituales de masculinidad de tocarle de arrebato la teta a alguna nena, o de vomitar la cerveza que no sabían tomar. "Spending warm summer days indoors", cantaba en "Ask me", no rindiéndole culto a la soledad y a la melancolía, sino alertando de que la timidez puede ser cool, y a la vez puede impedirte hacer las cosas que tenés ganas. "Si no es el amor, entonces será la bomba lo que nos juntará a todos", concluía ese gran tema del grupo.

The Smiths se transformó en la banda emblemática del rock de los '80 en Inglaterra. Antes, grupos con sintetizadores (algunos buenos, otros no); después la invasión del Acid-House y la muerte más real que tuvo el rock. Sería necesaria una enciclopedia para poder hablar de la inmensa variedad de tópicos, varios de ellos muy serios como el abuso infantil, que proponen las letras de The Smiths.

Día del amigo

No soy afecto ni al día del amigo, ni a la Navidad, ni a ninguna forma de celebración social. El día del animal me gusta un poquito más, pero siempre olvido el 29 de abril.

Sin embargo, mi amigo Peluca, me mandó estas palabras de Oscar Wilde que juzgo apropiado reproducir en este día de mierd.... digo en este día. Ahí van.

Elijo a mis amigos no por la piel u otra característica cualquiera, sino por la pupila, tiene que tener brillo inquisidor y tonalidad inquietante.
A mí no me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábito.
Me quedo con aquellos que hacen de mí un loco y un santo.
De ellos no quiero respuestas, quiero que me traigan dudas y angustias y aguanten lo peor que hay en mí.
Para eso, únicamente siendo loco quiero los santos, para que no duden de las diferencias y pidan perdón por las injusticias.
Elijo a mis amigos por la cara lavada y por el alma expuesta. No quiero solamente un hombro o un regazo, quiero también su mayor alegría.
Amigo que no ríe conmigo no sabe sufrir a mi lado. Mis amigos son todos así: mitad tontería, mitad inteligencia.
No quiero risas previsibles ni llantos piadosos.
Quiero amigos confiables, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero luchan para que la fantasía no desaparezca.
No quiero amigos adultos ni aburridos.
¡Los quiero mitad infancia y la otra mitad vejez! Niños para que no olviden el valor del viento sobre el  rostro; y viejos, para que nunca tengan prisa. Tengo amigos para saber quien soy yo.
Pues viéndolos locos y santos, tontos y serios, niños y viejos, nunca me olvidaré que "normalidad" es una ilusión imbécil y estéril.
                                                       Oscar Wilde

No fue una avispa

Detallo los acontecimientos de mi reciente internación, no solo para informar, sino como modo de exorcismo. La secuencia fue así.

El viernes a las cinco de la mañana sentí frío. Pensé que se había cortado la calefacción, pero apenas dejé el lecho calentito me di cuenta que era fiebre. Y se me había hinchado la nariz: parecía Marrone. Un Ibuprofeno y al sobre a tiritar. Una excelente excusa para no ir al gimnasio. Cuando desperté se me había hinchado la cara. Tuve una reunión de trabajo y sentí que me transformaba en gelatina. Volví a la cama, munido de libros y mi fiel i-pod.

Por la tarde, decidí llamar a mi médico. "Ché, tengo una gripe bizarra. Fiebre, sin mocos, pero con nariz hinchada", fue el mensaje que le dejé, con tan mala suerte que mi tordo tenía el teléfono roto y no podía recibir mensajes.

Cuando me vio mi mujer, llamó a un médico por la obra social. Vino un colombiano muy amable que supuso que mi cara de Firulete era por una alergia. Cosa rara: no soy alérgico, salvo a Chayanne. Y hacía tiempo que no lo escuchaba. Me inyectaron un corticoide y me dieron antihistamínico. "Si esto no hace efecto, nos llama y volvemos para llevarlo a una guardia". Mi mujer, muy hábil y la campeona de esta historia, me hizo una marca donde terminaba la hinchazón para ver si avanzaba. No avanzó. Tampoco mejoró. Debí haber ido a una guardia, pero era viernes por la noche, y pensé que la droga tardaba en pegarme.

Al día siguiente era Krosty el payaso, pero rojo. Elegí ir al Hospital Italiano porque el Sheraton no figuraba en mi cartilla. Me vio doctora uno, y también supuso que era alergia. Me revisaron, midieron el aceite, el agua, el líquido de frenos, y me enchufaron bruto corticoide. Me dijeron que esperara a ver como evolucionaba. Mientras me miró doctora 2, charlaron entre ellas. No pasó una goma, y ahí vinieron doctora 1, 2 y 3 (linda morocha). Exhaustivo cuestionario (dije barbaridades, pero deliraba de fiebre, doctora 3 no aceptó invitación al Casbah). Conferenciaron entre ellas. Esperé un rato más.

Después vinieron doctora 3, y se agregaron 4 y 5. Les dije: "Es mi sueño estar con tres bellezas al mismo tiempo, pero no era exactamente así". "Con esa cara, sería una pesadilla para nosotras" (mentira, pero déjenme ponerle pimienta al diálogo). Me dijeron que YA me internaban. Dije que Mick Jagger me esperaba para hinchar por España, pero me informaron que los gaitas ya eran campeones y me invitaron a subirme a una camilla para ir a mi suite. "¡De ninguna manera", exploté. "¡Quiero una limo!". "Pero son 30 metros, señor". "No importa, si me internan, que sea con estilo".

Me condujeron a un lugar muy bonito llamado Hospital de Día. Sugerí un cambio de nombre: "Marchi Suites". No les pareció adecuado. Pregunté por mi jacuzzi y por el número del Room Service. No me los dieron. Pero vino un enfermero copado al que le gustaba el reggae y que fue mi gran aliado. No había THC en el hospital, pero me dijo. "Si necesitás algo, tocá ese botón rojo y vengo a verte. Eso sí, no apretes ese otro botón rojo más grande porque venimos con el carro y las paletas". "¡Sí!", le dije, "eso quiero: el carro para ir a jugar a paddle". "No sirve para eso, pero si te gusta la electricidad, te ponemos las paletas en el pecho y realizarás un baile muy extraño". Mejor no.

Me dormí. Y desperté con una aguja colgando de mi brazo. Oh, yeah! Ya soy un junkie; me sentí toda una rock-star. Pero no, era una canalización, que yo bauticé "canal de entrada". Les pedí que me hicieran otro igualito en el otro brazo, para que no me pincharan más para sacarme sangre. Era lógico: un canal de entrada y otro de salida, como los equipos. "No hay antecedente de nadie que haya pedido algo así", me dijeron (diálogo posta).

Al toque llegó mi mujer y habló con los médicos.

- ¿Qué le pasa a mi marido? Parece El Hombre Elefante.
- Señora, usted no ayuda - dijo, una de las infectólogas que supuso acertadamente que lo mío no era alergia sino infección.

El sábado fue medio un suplicio. Pagué por televisión... y al toque me hicieron un fondo de ojo con lo que no pude ver un pomo. Después me la pasé mirando maratón de Simpsons en Telefé (no quiten eso nunca jamás), y cuando comencé a ver borroso, pasé a VH-1 que me torturó con una serie de video ochentosos. ¡Qué horrible que es el chabón de Alphaville! Tiene la cara más fea que la que yo tenía aquel día. Y el video de "Tarzan boy" de Baltimora, era un atentado al buen gusto. Pero dejé eso, porque no podía leer ni tenía ánimo de usar el i-Pod.

Para hacerla corta, el domingo amanecí con mutación. De los cachetes inflamados, pasé a tener los ojos inflamados. Me dijeron que me quedaba otro día. Shit. Pero a la noche comencé a mejorar. El lunes por la mañana me vinieron a ver y estaba francamente mejor. Me sugirieron quedarme otro día, pero los amenacé con una selección de Metallica, Motorhead y Megadeth, y me dejaron ir a casa.

Y ahora en serio: la atención en el Hospital Italiano fue de primera. Doctores y doctoras jóvenes buenos, capaces y amables. La enfermera del sábado a la noche, de una dulzura total. José Luis, el enfermero del reggae, un capo. La habitación limpia, el baño cómodo. Todo bien. Pudo haber sido un infierno, pero fue de lo mejor y créanme que sé de internaciones y hospitales; no por mí, porque es la primera vez que estuve internado. Ahora estoy en casita y pronto escribiré un blog de música para volver totalmente a la normalidad.

A todos los que se preocuparon, gracias. Este moscardón seguirá zumbando por unas cuantas temporadas más. Rock on!

Status Quo


Rockear, lo que se dice rockear, no es cualquier pavada. Rockear para mí es AC/DC. O sea algo serio. Tengo una adoración ciega por las bandas que hacen rock cuadrado y saben rockear. Es más, creo que es algo muy complicado hacer bien algo muy simple.

Recordé todo esto en el hospital, cuando la fiebre me permitía leer el libro que estaba terminando: la autobiografía de Status Quo. Mucha gente no tiene ni idea de que es Status Quo así que me explayo.

Status Quo es una banda inglesa que se formó en los años 60. Primero se llamaron The Scorpions, después hubo otros nombres. Su primer simple de éxito fue "Pictures of matchstick men", una canción psicodélica que los inscribía en la onda de The Move; en realidad eran unos Pink Floyd muy pop. Pronto pasó la psicodelia y cayeron en desgracia.

Yo los agarré en los '70, su mejor época. Supongo que los ví en un programa de televisión que se llamaba "The Midnight Special", pero el tema que me hizo enloquecer se llama "Down down": una tromba de dulce distorsión y ritmo veloz que tiene un estribillo de lo más pop. Ya habían mutado de la psicodelia al rock and roll puro, con esa distorsión tan querible. Era la época en que yo me había comprado una guitarra eléctrica muy barata (una Mellowstring), y también había aprendido a hacer la cejilla. Ya tocaba la batería en dos o tres bandas, y decidí hacer un grupo solista (?): Crucigrama. No pasó la etapa del pensamiento. Primó la cordura.

Leyendo la autobiografía entendí el componente pop dentro del rock and roll crudo de Status Quo. Francis Rossi desciende de familia italiana, y hay un toque tarantelesco, que me resuena por la tanada que hay en mí.

Status Quo alcanzó su momento más taquillero cuando hicieron su inolvidable versión de "Rockin' all over the world", un tema de John Fogerty solista. Abrieron Live Aid con esa canción, y quedó inmortalizada como el himno de la jornada.

Su carrera todavía sigue en pie, ya sin el bajista Alan Lancaster y sin el batero John Coghlan, pero con Francis Rossi y Rick Parfitt firmes al comando. En el libro cuentan montones de historias, sus problemas personales, sus épocas de adicción severa a la cocaína y el alcohol, que por poco los destruye. Y eso me llevó a escuchar de nuevo su música y a comprobar que rockearon como pocos en la historia.

Recomiendo los siguientes discos:

"Hello" (1973)
"On the level" (1975)
"Blue for you" (1976)
"If you can't stand the heat" (1978, que trae mi favorito "Propenso a accidentes").

Ya en los 80 incluyeron más sintetizadores y se pusieron un poco plasticoides. Tuvieron un hit con "In the army now", canción que me parece espantosa. Y en los 90 hicieron varios discos de covers. Son toda una institución en Gran Bretaña, y casi no impactaron en Estados Unidos. Adoraría verlos en vivo y headbanguear al compás de su boogie infernal.

Dato curioso: si escucharon el tema "Can't stop the rock", de una banda tecnosa llamada Apollo 440, está basado en un sample del tema "Caroline" de Status Quo.

Debería haber un efecto "Status Quo" para violas. Definitivamente.


Genesis y los talibanes

Los talibanes de la música siempre estuvieron presentes. Son casi tan malos como los del signo contrario para quienes la música es lo mismo que un paquete de papa fritas. Siempre, los extremistas, se las han arreglado para que su posición parezca la lógica, pura y verdadera, pero no es más que una exacerbación de una tendencia. Pasa en la política, donde cualquier mugriento cree exhibir un perfil de pureza ideológica, y pasa en la música, donde alguno que superó la barrera de los 200 CD, ya se cree en posición de juzgar desde su extremismo.

En 1978, hubo un gran escándalo en torno a Genesis porque se habían atrevido a tener un hit en los charts: “Follow you, follow me”. Fue un módico #23 en Estados Unidos, pero un #7 en Gran Bretaña. Lo que molestaba es que fuera una melodía de lo más pop y con formato de canción. Ya los antecedentes los condenaban: primero se había ido Peter Gabriel, y ahora los abandonaba Steve Hackett. Era Phil Collins con un plan siniestro concebido detrás de su interminable torre de tambores, que pensaba llenarse de dinero a costas del prestigio de Genesis haciéndoles cantar una serie de bobadas hechas con el éxito en mente. Boberías. Paparruchadas.

Hoy a la distancia entiendo que “And then there were three” fue un disco que hizo temer lo peor a los puristas ideológicos de la progresiva, pero que en realidad se trató de un cambio: ahora buscarían un formato de canciones. Y el disco tiene unas cuantas de ellas que son absolutamente hermosas. “Undertow” para comenzar, con el usurpador Rutherford tejiendo en sus guitarras (en connivencia con el traidor Tony Banks) una alfombrita que sería estropeada por el pisotón de los tambores del líder Collins. Claro, nadie reparó en que se trataba de una canción bella y melancólica. Tan solo que no era en 7/8 o 15/16.

“Snowbound”, por ejemplo, podría haber formado parte de “Wind & Wuthering”, el invernal disco anterior, y nadie hubiera protestado. Pero aquí se lo tomaba como el símbolo de la decadencia baladística de Genesis, un estado que había sido diagnosticado por aquellos incapaces de distinguir un mellotron de un moog. Igual definición le cupo a “Burning rope”.

Hoy vuelvo a escuchar a “And there were three” y cada una de las canciones tiene su mérito. Lo que pasa es que aquellos tiempos se veía al enemigo en todos lados; era como el fantasma del imperialismo, que se agazapa detrás de cada lata de conservas en el supermercado. “Many too many” es una balada clásica, pero no podría haber sido hecha por ningún otro grupo que no fuera Genesis. Esa atmósfera, ese desarrollo melódico, esa progresión de acordes que solo un genio como Tony Banks podría concebir de un modo tan simple. Las guitarras espectrales de Hackett, bien remedadas por Rutherford.

Es más: si uno escucha bien “Follow you, follow me”, entenderá de inmediato que se trata de una gran canción y mucho mejor que la mayoría de los hits de ese año. Pero cuando miro hacia atrás, y me veo yo también un poco talibán (aunque muy traidor a la causa), entiendo que los rockeros solíamos ser muy reacios al cambio y nos contentábamos con nuestro rock ideal, como si fuéramos tangueros que preveíamos la extinción. ¡Y fíjense lo que le pasó al tango! Le salieron nuevas alas y hoy vuela por todo el mundo. Tengo la sensación de que en cualquier momento pasa eso con el rock.

Pero escuchando “And then there were three” no puedo menos de sorprenderme con las acusaciones de traición, herejía y comercio que los propios fans de Genesis, al menos los criollos, le propinaron a una banda que cada vez que la escucho, la encuentro más notable. Y que conste que soy un muchacho de Yes.
 
 
 
 
 
 

Adrian Belew

A estas alturas dudo de mi memoria. Porque trato de entender como es que descubrí a Adrian Belew y no estoy muy seguro. Cuando tocó con Frank Zappa a fines de los '70, no puede haber sido porque yo no era muy Zappesco en esa época. Pero seguro que escuché "Sheik Yer Bouti".

Cuando tocó con David Bowie, que fue para la época de "Stages" y "Lodger", tampoco puede haber sido porque yo todavía no me le había animado a Bowie. Entonces, presumo yo, debo haberlo descubierto (aclaro, para mí, no en el sentido de descubrirlo ante el mundo), alguna noche cuando escuchaba "Sonrisas", el programa de Graciela Mancuso. Porque recuerdo vívidamente que yo trabajaba en una imprenta de noche, y allí escuché una canción que me alucinó: "The great curve", de Talking Heads. Que no por casualidad tiene uno de los solos más increíbles que yo haya escuchado vez alguna, y que es de Adrian Belew. Me acuerdo que con Richard Coleman hemos conversado y él me dijo: "Sí, es un gran solo para bailar".

También en el mismo programa de Graciela Mancuso, es que debo haber escuchado la cadencia uterina de "Mate Kudasai", que básicamente anunció la reunión de esa entidad llamada King Crimson, para la que Fripp reclutó a Tony Levin y Adrian Belew, que además cumplía funciones de cantante.

De ahí, debo haber caminado solito hasta sus discos propios. Recuerdo una anécdota en la que decía que estaba tratando de reproducir el sonido de un elefante con su guitarra, para el tema de King Crimson, "Elephant`s talk", pero que en cambio encontró el de un rinoceronte, y en base a eso, Adrian Belew hizo su primer disco solista: "The lone Rhino". Debo confesar que Gloria Guerrero me prestó "Twang Bar King", el segundo, y que escuché el tercero, "Desire caught by the tail", en la discoteca de Rock & Pop. Los que escuchaban "Scoop" en 1988, saben que pasaba mucho Adrian Belew.

A partir de su cuarto álbum, "Mr. Music Head", se puso más beatle y menos experimental, y grabó quizás su mejor disco, "Young lions", cuando tocaba nuevamente como violero de David Bowie, con quien vino a la Argentina. Después salieron más discos; algunos los tengo, otros no, pero le perdí el rastro.

Sin embargo, tuve la grata ventura de entrevistarlo dos veces. La primera fue una telefónica para Clarín, donde hablamos de sus discos solistas, en virtud de su próxima visita con King Crimson; la segunda fue una suerte de entrevista comunal: 4 periodistas vs. King Crimson. Los cuatro. Obviamente, la pelea de fondo fue Fripp vs. Marchi. Y, lógicamente, ganó Fripp. Tony Levin todavía se acuerda de ese raro experimento.

Adrian Belew podría ser un virtuoso, pero en realidad es una suerte de investigador; un músico experimental con un gran corazón pop y una guitarra inusual que suena como distintos animales. Cosa que no es curiosa: si uno sigue sus discos, sabe que es un férreo defensor de los derechos de los animales.

Siempre fue uno de mis músicos favoritos. En persona confirmó esa buena impresión, tanto en el marco de una charla como de sus shows.

Por eso me alegra mucho saber que este fin de semana, Sábado 7 y Domingo 8, 22 y 21.30 respectivamente, se va a estar presentando en el Samsung Studio con su power trío. Y el domingo, también dará una clínica.

No me escribas la pared

Tal vez en algún momento pueda preguntarle a Luis Alberto el sentido de esa frase en su tema "Seguir viviendo sin tu amor". Seguro que hoy no. Alguna vez me tenía que pasar, estaba seguro: pasó hoy. Me escribieron la pared del frente de casa. Como dice el viejo proberbio argentino: todo frente vacío es susceptible de ser llenado con una boludez.

En primero lugar, si los llego a agarrar a los pelotudos que me la escribieron, les voy a pintar el orto con témpera, que viene con el adicional de la ortodoncia gratis, en el más amplio sentido de la palabra ortodoncia (hoy estoy con fijación anal, disculpen mi lenguaje grosero, pero tengo ganas de romperle el culo a alguien).

En segundo lugar, siempre me pareció un abuso que alguien le escriba la pared a otro. Me acordé de un reportaje que leí una vez donde un chabón de un grupo decía: "Nosotros salismos a pintar paredes a full. Si a mi me pintás la mía, te mato". Ju ju ju. ¡Qué vivos son! Siempre pensé en el pobre tipo que quiere que la casa le quede linda, ofreciendo así un servicio estético al transeunte, y viene un pelotudo que te la pinta con una leyenda tipo: "Elsy. El asfalto estaba más duro que yo el día de año nuevo".

Aclaro: cuando veo una banda graffitera, tomo nota mental y ya me declaro mal predispuesto hacia ella. Si me mandan un demo, lo pongo en el fondo de la pila o si son muy cabezas, directamente lo tiro a la basura. El cagarse en el otro, es una de las costumbres que más detesto en el ser humano. El tipo que en un atascamiento te hace luces, te toca bocina, y pide que te adelantes para que él pueda doblar, es un sujeto pasible de ser asesinado con agujas sin esterilizar. Porque después vos te quedás en la bocacalle, y el señor dobló.

Un día conté la anécdota de la murga, lo que me valió la desaparición de uno de los lectores de este blog, que tenían un perro que mordió a otro hasta casi destrozarlo en la puerta de mi casa. Y cuando los separaron, y la dueña del perro atacado dijo ¿qué hago con mi perro? Los otros le dijeron: Es tu perro, no el mío. Ahí me ofrecí a hacer la denuncia, y me patotearon y me amenazaron de muerte: "Ilusiones de Palermo" se llamaba esa murga de la calle Acuña de Figueroa. Cobraban el subsidio Ibarra al carnaval.

Uno es responsable de sus acciones y de lo que generan en el otro. Hay viejitos que cobran una guitita y pintan el frente de su casa, para que los nietos la vean más bonita. Y viene un pelotudo y les pinta un graffitti. ¿Con qué derecho?

Sí, ya sé que me van a decir que las pintadas políticas son más viejas que el níspero, que el graffitti es cultura, bla, bla, bla. Para mí, el graffitti no es cultura: es vandalismo. No te pintan frases de Borges: te pintan boludeces y se creen unos bananas bárbaros. Un par de vecinos deben estar disfrutando este momento.

Ahora me queda el dilema de qué hacer. Si pintar de inmediato. Si dejarlo así.
Lo que más me gustaría es saber quien fue, pero sé positivamente que deben haber sido unos pendejos pelotudos sin relación alguna con el morador de la propiedad. Es muy nacional y popular tirar la piedra y esconder la mano sin hacerse cargo de las acciones. The argentinean way!

Hugo Guerrero Marthineitz

Aug 21, 2010

Hugo Guerrero Marthineitz

         A los 86 años murió el peruano parlanchín. Particularmente, estoy apenado: tuvimos una relación parecida a la amistad con este señor. La cosa se inició cuando estaba escribiendo mi segundo libro, “Cinta Testigo” en el año 2000; allí cuento toda la historia. No les pido que lo consigan: es un libro que ya está descatalogado. Si les pido que me releven de contarla una vez más, al menos hoy: todavía estoy como sorprendido por la muerte de Hugo, una de esas personas que uno creía que no se iban a morir nunca.
         A uno le queda algo de culpa por no haber hecho lo suficiente como para que sus últimos años no fueran tan difíciles. Gracias a esa entrevista que pude hacerle en el 2000 en “Rock Boulevard”, la que fue anunciada en Clarín, y que posibilitó que un programa de televisión viniera a entrevistarlo, y eso despertara el interés de Chiche Gelblung con quien terminó trabajando. Eso después hizo que en Radio 10 le dieran un espacio los domingos por la tarde. Alguna vez pasé a saludarlo con la bicicleta. Lo escuchaba cuando podía, porque aún con 78 años, Hugo era un capo de la radio: sabía como manejar sonidos; como pegar Shakira con Paul McCartney y Atahualpa Yupanqui, y que sonara bien.
         Pero las cosas a Hugo no le duraban, y después de aceptar una propuesta de Julio Márbiz para ir a hacer la mañana de Belgrano, radio que capotó estrepitosamente, Hugo se quedó sin trabajo una vez más. Juró que golpeé todas las puertas que se me ocurrieron para tratar de engancharle algo, y hasta me comprometí yo a trabajar con él si esa era la condición para que pudiera volver a hacer radio. Las personas con las que hablé me escucharon con atención, con interés, pero las cosas no prosperaron. Entendí que Hugo no dejó buenos recuerdos en los lugares donde trabajó, y poco a poco me fui haciendo a la idea de que no lograría conseguirle trabajo.
         Los mozos de La Casona de Cándido se acordarán de verme entrar con Hugo, que solía despertar mucho cariño a su paso, entre la gente que lo reconocía que iban desde compañeros de trabajo hasta simples oyentes o espectadores. Cada tanto lo invitaba a almorzar porque sabía que no comía bien y además porque nos llevábamos bien: dos locos. Vino algunas veces a comer a casa también, se tiró al piso con sus ochenta años para jugar con mis hijos. Tenía gestos así de tiernos y a los pocos minutos... te lanzaba un picotazo asesino. En un punto entendí que era exactamente como Charly: un genio y un buen tipo que puede hacerte doler. Yo con el cuero endurecido por García sabía esquivarlo, así como no darle importancia a algunas cosas que me decía sobre política. Nunca habló bien de los peronistas, tampoco habló bien de los militares, y esto lo pongo para los imbéciles que lo catalogaban de “procesista”. Hugo sufrió la censura en carne propia y también volvió locos a los interventores de Continental. Oj, oj, oj: esa risa.
         Le fui perdiendo el rastro a Hugo en el 2008. No lo encontraba por teléfono, la última llamada que me hizo fue en enero de 2008, como él hacía, para decirme que le había gustado algo que yo había escrito, que no iba a aceptar que lo minimizara y que le parecía genial. Después me cortaba para que yo no le discutiera. Para mí era un orgullo que me elogiase, y sobre todo que me incitase a hacer radio, a no rendirme, a poner mi música y a ser yo frente a un micrófono. Finalmente me enteré que lo habían echado del departamento, y averigué por donde andaba: supe que estaba bien, que había rechazado una oferta del gobierno de San Luis para ir a radicarse allá y trabajar en radio. Hay que tener huevos para estar cagándote de hambre y no aceptar una generosa oferta de trabajo. También un poco de locura, que fue lo que entendí. No locura del tipo clínico, sino de esa que hace que uno pueda ser su peor enemigo. Hugo se saboteó mucho, y sé que su familia lo ha sufrido. Intentaron ayudarlo, pero Hugo era medio inayudable, si se me permite el término. Yo también lo comprendí en algún punto del camino.
         Me encuentro con la novedad de su muerte y me siento triste. Siento en mí las preguntas de porqué no lo fui a ver, porqué no me moví un poco más, porqué no pude lo que no pude. Preguntas que no tienen una respuesta porque no ha sido falta de voluntad, sino imposibilidades de otro tipo que tienen que ver con las limitaciones del ser humano, y con las cosas que uno puede lidiar en determinado momento de su vida. Recuerdo nuestros diálogos telefónicos.
- Hola, Hugo. ¿Cómo está?
- Bien: tranquilo. Hay que estar tranquilo.
         Me hablaba de la tranquilidad que había que tener cuando uno está sin trabajo y sin la más puta idea de como va a hacer para salir adelante. Me he topado con esa sensación, pero nunca estuve de acuerdo con eso de la tranquilidad. Hugo es simplemente un caso más que muestra como el verdadero talento no es reconocido, ni siquiera cuando ha sido un símbolo de la radio bien hecha, de la palabra bien usada, de un cambio evolutivo en el modo de hacer radio de su tiempo. Hugo podría haber hecho maravillosos programas en los últimos años de su vida, pero el mercado, desafortunadamente, no encontró un lugar para él, así como tampoco lo encuentra para Cacho Fontana. Está bien: Hugo lo hizo más difícil, y se patinó la buena plata ganada en los tiempos de gloria, amén de sembrar el camino de clavos miguelitos. Pero aún así duele ver el contraste de los ídolos estúpidos que el sistema consagra comparado con el verdadero talento de los que alguna vez brillaron, y que todavía hubieran podido hacerlo. Pero para eso hacía falta alguna oportunidad y también un esfuerzo del amigo que hoy se fue.
         La verdad, no espero que esté tranquilo. Sí me gustaría que su alma esté en paz, o en la dicha celestial que nos prometen algunas religiones. Escuchando jazz, hablándole a alguna nube pasajera, haciéndoles cosquillas a los pájaros con su risotada aspirada. O contando alguna de esas historias inverosímiles que él sabía contar como nadie, con risas, silencios y esas inflexiones de su radiofónica voz, a alguno de sus ocasionales compañeros de cielo.
         Don Hugo, fue un gusto haberle conocido y haber tenido el alto honor de haber hecho con usted algunos minutos de radio. Que tenga buen viaje hacia la eternidad.

Lennonismo

Sep 5, 2010

Lennonismo


Mi definición política es la del marchismo-lennonismo.
La adopté sin saberlo, después de mucho leer durante mi adolescencia y de mucho escuchar Beatles, y de mucho rock en general. De allí aprendí muchas cosas, pero hay una fundamental: no dejar que a uno le impongan los relatos.
En eso John Lennon es toda una lección, porque dejó que los radicales de izquierda le impusieran una agenda hasta que pudo reaccionar y se sacudió de todos los inútiles que aprovechaban su fama para obtener réditos. "¿Qué quieren derrocar qué? ¿Para reemplazar con qué?", les preguntó a los que querían que fuera a pudrirle una convención a los Republicanos en San Diego. "No, gracias", dijo con su ironía habitual.

John Lennon fue uno de los tipos más contradictorios del planeta. Pero siempre fue sincero. Fue el juez más duro consigo mismo. Fue más que un artista: fue un ser humano real.

Y como dijera algún patriota: "Hasta el Submarino Amarillo, siempre!".

DAME ALGO DE VERDAD (John Lennon)

Estoy harto de escuchar cosas

De hipócritas envarados, de mente estrecha y cortos de vista.
Lo único que quiero es la verdad.
Dame algo de verdad

Me harté de leer cosas
De neuróticos-psicóticos-políticos con cabeza de cerdo
Lo único que quiero es la verdad.
Dame algo de verdad

Ningún enano de panza de pelo amarillo
Hijo del tramposo Dicky (Richard Nixon)
Me va a engatusar con un cacho de esperanza
Dinero para drogas
O dinero para sogas


Estoy asqueado de ver cosas

De minas de labios tiesos, madres condescencientes, pequeñas chauvinistas.
Lo único que quiero es la verdad.
Dame algo de verdad


Ya tuve suficiente de ver escenas

De primadonnas esquizofrénicas, paranoicas y egocéntricas.

Lo único que quiero es la verdad.
Dame algo de verdad

Scorpions!

La verdad es que no recuerdo la anterior visita de Scorpions a la Argentina. Quizás haya venido a un festival de heavy-metal, o a lo mejor yo no estaba en el país, o estaba muy ocupado con alguna señorita. Miles de cosas pueden pasar en la vida del periodista de rock. Pero esta vez, voy: ¡y si tuviera una camisa de leopardo, me la pongo!

A Scorpions lo descubrí en los 80 porque se hablaba mucho de ellos, y sonaban en algunos programas de Radio del Plata, cuando era una FM gloriosa de la cual fui primero oyente, y después integrante del staff. Pero comencé a disfrutar de ellos con su doble en vivo, "World Wide Life". Cuando una banda hace un buen disco en vivo, hay que ir a verlos. Hacer un buen disco en vivo es complicado, tiene un gran mérito. Además, es la despedida y quiero estar ahí.

Me encontré con mucha gente que me dice: "¿En serio vas a ir a ver a Scorpions?". Sí, sí y sí. El problema es que Scorpions quedó preso del éxito de dos de sus baladas, una colosal y otra medio sentimentaloide.

La colosal es "Still loving you", que quizás sea la mejor balada heavy de la historia. Parece que es de macho no gustar de las baladas heavies, pero yo las adoro. "Still loving you" tiene todo: una gran melodía, fuerza, dramatismo, buenos arreglos, guitarras ardorosas y un gran solo al final que derrite todo. Klaus Meine la canta magistralmente, medio susurrado al principio, para después descargar todo su registro vocal. OK, nos saturó, nos hartó, nos colmó. Pero es buenísima. Igual que "Mujer amante" de Rata Blanca, a la que defenderé otro día.

"Wind of change", en cambio, es fácil de odiar por el insoportable silbidito. Pero tiene su significado: habla de lo que estaba pasando en Alemania con la caída del muro de Berlín, que mostró que el comunismo era cartón pintado con la posterior caída de la Cortina de Hierro. La gente quería libertad, un viento de cambio en una vida gris y digitada por un Estado que podría haber sido la pesadilla de George Orwell. ¿Que semejante evento hubiera merecido un tema mejor? Seguro que sí, pero eso pasaba en Alemania, donde los Scorpions residen y era lógico que los afectara. La canción tiene mejor melodía que la que se le concede. Es el silbido lo que la arruina.

Y además, Scorpions tiene como para armar un set matador. Yo confieso que me quedé en "Love at first sting" y "Blackout", además del doble en vivo, pero seguramente los harán todos. Si el Luna Park esa noche se digna a sonar bien, viviré un fantástico momento, salvo que el retiro sea por senectud. Pero no lo parece: da la impresión de etapa cumplida. Y es saludable que una banda lo note y actúe en consecuencia.

¡Grande, Scorpions!!!

Periodismo de rock 2010

Son tiempos difíciles para el periodismo. Hay mucha gente que cree que las noticias se inventan, se venden y se facturan; o que la opinión de uno está al servicio de algún interés. Que el periodismo es una profesión donde uno elige trincheras y tira tiros desde ahí. Para mí, no es así.
 

Mi viejo, que era periodista, trató de disuadirme de seguir sus pasos y me dijo una frase que se probó verdadera: “el periodismo es una caja registradora”. Puede que lo sea, pero yo no me dediqué al periodismo ni para seguir los pasos de mi padre ni para hacer funcionar esa caja. Me dediqué al periodismo de rock porque me permitía hacer dos cosas que me gustaban: escuchar rock y escribir sobre lo que escuchaba. También podría haberme dedicado a ser músico, pero ya lo había hecho: en 1982, con 19 años, mi olla se paraba de lo que golpeaban mis palos, ellos sí, al servicio del mejor postor. Ese era el trabajo del músico de sesión: honesto, pero sin alma.
 

El periodismo me permitía pensar, escribir, escuchar, opinar, discutir y tratar de encontrar mis propias verdades en un mar de verdades relativas. Esa es la primera cosa que trato de explicar cada vez que doy el curso de Periodismo de Rock. El periodismo es la búsqueda de la verdad, por lo menos para mí, y en arte esa verdad es absolutamente personal y relativa. No me interesa que la gente que viene a aprender conmigo termine pensando como yo, sino que termine encontrando su propia visión de las cosas y pueda comunicarlas con argumentos.
 

En tiempos en que el periodismo es vapuleado, yo lo reivindico. Es una profesión noble... como el átomo, que puede ser usada para el bien o para el mal. Es una profesión de apasionados, o de mercenarios. No es difícil diferenciar entre ambos; se les nota la etiqueta cuando están al servicio de un patrón, de una ideología o de una obsesión. Me gusta enseñarlo porque creo que cuantos mejores profesionales haya, el rock tendrá mejores parámetros y podrá tener mayor calidad. Pero para eso hace falta tener honestidad intelectual. Y la más difícil de conseguir es la que a uno mismo respecta.
 

Veo mucha falsedad en cosas que se escriben y se dicen sobre rock. Bandas que son elevadas a los cielos por mero amiguismo; bandas que son defenestradas no por sus méritos, sino porque representan algo distinto a la persona que escribe. Hay militantes de estilos que en vez de usar sus conocimientos para comunicar su pasión, se dedican a desmerecer cosas que no conocen para que SU visión triunfe. No es fácil ser objetivo cuando de arte se trata, pero es importante hacer el esfuerzo. Quizás no se logre la objetividad total (lo más probable es que no), pero sí se puede acercar uno a la honestidad intelectual. Para consigo y para con los otros.
 

El taller de Periodismo de Rock no tiene nada que ver con el curso de Historia del Rock. Son dos cosas distintas, aunque para ser un buen periodista de rock uno necesita conocer bien la historia. Para eso fueron diseñados, para que sean complementarios uno del otro. Pero en uno se ve más periodismo aplicado a la música, y en el otro se ve más la historia aplicada a la música.
 

Mucha gente me pregunta por los requisitos previos para hacer el curso de Periodismo de Rock. No los hay: existen muchos ex alumnos que hicieron ese curso sin la menor intención de ser periodistas algún día, y la experiencia parece haberles servido. Cada uno tiene su motivación. La mía es poder brindar algunas herramientas que ayuden a ganar tiempo, a tener mejores profesionales y sobre todo, ayudar a elevar el nivel. Después estará en manos de cada uno poder hacerlo. Hay otra cuestión, y es que me divierte mucho y me hace bien poder comunicar la pasión por el rock y el periodismo. Pero ese ya es mi problema.
 

Los que quieran ver el programa de estudios, o inscribirse, o consultar algo más, vayan a www.artilaria.com.ar

Beto Satragni

En el rock sucede algo que es bueno; en cuanto uno se incorpora al ambiente de una u otra manera, ya hay una suerte de entendimiento tácito que a uno lo suma a una cofradía. El rock o, mejor dicho, los músicos de rock, son para mí como una familia ampliada: si le va bien a alguno, yo me alegro; si tiene problemas, me preocupo. Y si uno se muere, me entristezco. Eso me pasó anoche y me pasa ahora mismo con Beto Satragni, que falleció ayer domingo.
 

La primera vez que tuve noción de su existencia fue con Raíces, grupo al que ví en doblete con Serú Girán en Obras, en el Festival Crico (un chocolate o golosina). Después lo ví muchísimas veces más como bajista de Spinetta Jade. Y lo debo haber visto tocando con David Lebón, con Oscar Moro, y con Dios y María Santísima porque Beto Satragni era así: un bajista muy bueno al que todo el mundo quería.
 

Esto de la familia ampliada ha hecho que nos saludemos con Beto montones de veces, pero que rara vez hablemos. No se dio, por alguna de esas razones. Es más, no estoy seguro de haberlo saludado muchas veces, pero lo presumo por como eran nuestros caminos.
 

A Beto Satragni lo disfruté como oyente y espectador. Anoche mismo, al enterarme que partió hacia la gira eterna (y que ya debe estar ensayando con Moro y Pappo, que como siempre necesitaba un bajista para un power trío), me puse a escuchar mis dos instrumentales favoritos de Spinetta Jade: “Amenabar” y “Digital Ayatollah”. Se le sentía la uruguayez en la tocada, vó’. Esa cualidad rítmica, que en un contexto de jazz-rock, se le hacía un funky latino charrúa.
 

La última vez que lo ví quedé como encantado. Había ido a La Trastienda a ver al grupo de Losavio-Herrera-Gil Solá, y salí a fumarme un puchito. Me puse a charlar con alguien, después vino otro, y ya éramos varios conversando cuando apareció Beto. Si bien no nos conocíamos, salvo por esos saludos a la distancia, cuando llegó a mi lado me dio un abrazo y me dijo “¿Qué hacés, Sergito, tanto tiempo?”. Me sentí honrado que conociera mi nombre, aunque yo sepa que mi nombre es conocido. Pero es eso lo de la familia ampliada: quizás no hayamos sido presentados nunca, pero el uno y el otro sabemos que pertenecemos a esa familia y como tal nos relacionamos.
 

Hablamos un rato largo de Raíces, de una banda que supo tener con Botafogo llamada Tren Plateado, de My Space, de Facebook, por donde intercambiamos algunos mails. Hace diez dias recibí el último. Me confirmaba que estaba muy enfermo, pero yo no sabía bien de qué ni que poco más tarde iba a agarrar el bajo, su estuche y a partir a la gira eterna.
 

Me siento muy triste. Me hubiera gustado hablar un poco más con él, haber podido ayudar algo más en el último tramo. Fue un luchador, un laburante de la música, un tipo con un swing mágico en sus dedos, y si no el primero, uno de los más lúcidos inventores de esa fusión llamada candombe-rock.
 

Los tambores se baten en retirada. Beto Satragni seguirá marcando el pulso donde quiera que esté.

El rey Salomon

Uno jamás termina de aprender en esto de la música. Llegué a la maravillosa voz de Solomon Burke, bien tarde, en 2002, alertado por algunos comentarios de revistas que hablaban sobre su disco "Don't give up on me", que contó con un elenco verdaderamente formidable de fans, que eran varios de los músicos más renombrados que uno pueda imaginar, entre ellos Van Morrison.

Macerada por los años, la voz de Solomon Burke tenía tanto el rango de la juventud como la madurez de la experiencia, y el soul que solamente el gospel te puede otorgar: en los últimos años se había dedicado a predicar, hasta que lo hicieron salir de la iglesia en 2001. Y el mundo reconoció su increíble voz.

Dispuesto a cantar hasta el último aliento, Solomon Burke murió llegando a Amsterdam, en el aeropuerto. Iba a realizar algunas presentaciones. El creador de la maravillosa "Everybody needs somebody to love", que tan bien interpretaran The Rolling Stones, se murió yendo a trabajar. Hacía tiempo que estaba descomunalmente obeso, y cantaba sobre un trono, como corresponde al rey del "rock'n soul".

Su partida me entristeció la mañana. Pienso escuchar todo el día su música porque me va a hacer sentir mejor. Paradojas de la vida.

Un toque de Rush

Por esas cosas de la memoria y de la vida, tengo bien grabado el momento en que escuché por primera vez a Rush. Fue en el verdadero inicio de mi interés por el periodismo, en 1978, cuando tenía quince años y ví un aviso en la revista Pelo donde una publicación buscaba colaboradores. Se llamaba “Leyendas”, y la dirigía José Luis Alfonso, un chico que tenía una banda (más adelante armó otra llamada Los Culpables de Todo). Allí escribí mis primeras dos notas: comentario del show de Serú Girán en el Auditorio Buenos Aires y crítica de “La grasa de las capitales”. No son notas que recuerde con cariño, y ni siquiera las conservo. Los primeros palotes siempre son muy malos.
 

José Luis tenía una buena cantidad de discos de Rush que me prestó cuando se fue de viaje y me dejó a cargo de “Leyendas”. Para que se den una idea, el disco más nuevo del grupo era “Hemispheres”, que tenía una canción instrumental que a un fanático del rock sinfónico como yo era en ese momento lo cautivó: “La Villa Strangiato”. Escuché el primero de Rush, “Fly by night”, “2112” y “A farewell to kings”, que se convirtió en mi favorito. Siempre me gustó que fueran una suerte de cruza entre Led Zeppelin y Yes.
 

Obviamente, después seguí su carrera con “Permanent Waves”, que hoy es el disco que más recuerdo de Rush. Creo que ahí estaban al dente: para mí es el mejor momento de la banda, que fue muy bien continuado con “Moving Pictures”, el que tenía “Tom Sawyer”, quizás su canción más conocida. Ya “Signals” no me gustó tanto, y los que siguieron menos. No obstante debo haber escuchado la mayoría, ya que Rush se convirtió en una banda muy querida por el público argentino.
 

Siempre me pregunté porqué, con tanta audiencia aquí, jamás habían venido. Supongo que deben ser un grupo muy caro y con mucha estructura para mover. De todos modos, ya están aquí, y tocan el viernes 15 de octubre en GEBA. Cuando yo usaba pelo largo atado con colita y anteojos, mucha gente me decía que era muy parecido a Geddy Lee. Sin embargo, el personaje que siempre me fascinó fue Neil Peart, un baterista excelente, letrista de la banda, que después sufrió una gran desgracia familiar, y contó con el soporte (al menos fue lo que se dijo) de sus compañeros de banda. Si bien no recuerdo todos sus discos (algunos son francamente olvidables), sí adoro todas sus tapas y los títulos de los álbumes.
 

Espero poder ir a verlos, no solo porque son una gran banda, sino porque espero poder conectarme con aquel pibe de 15 que los descubría en 1978 al tiempo que iba encontrando su verdadera vocación, que sería tan percusiva como su batería. Al fin y al cabo, escribir sobre un teclado es una manera de hacer ritmo con teclas y palabras. Quisiera contarle que todo va a salir bien, o al menos mucho mejor de lo que podía esperar en aquel momento. Y disfrutar juntos de “La Villa Strangiato”, “Tom Sawyer” y “Closer to the heart”. ¿Seguirán tocando esas canciones?