jueves, 23 de diciembre de 2010

Periodismo de rock 2010

Son tiempos difíciles para el periodismo. Hay mucha gente que cree que las noticias se inventan, se venden y se facturan; o que la opinión de uno está al servicio de algún interés. Que el periodismo es una profesión donde uno elige trincheras y tira tiros desde ahí. Para mí, no es así.
 

Mi viejo, que era periodista, trató de disuadirme de seguir sus pasos y me dijo una frase que se probó verdadera: “el periodismo es una caja registradora”. Puede que lo sea, pero yo no me dediqué al periodismo ni para seguir los pasos de mi padre ni para hacer funcionar esa caja. Me dediqué al periodismo de rock porque me permitía hacer dos cosas que me gustaban: escuchar rock y escribir sobre lo que escuchaba. También podría haberme dedicado a ser músico, pero ya lo había hecho: en 1982, con 19 años, mi olla se paraba de lo que golpeaban mis palos, ellos sí, al servicio del mejor postor. Ese era el trabajo del músico de sesión: honesto, pero sin alma.
 

El periodismo me permitía pensar, escribir, escuchar, opinar, discutir y tratar de encontrar mis propias verdades en un mar de verdades relativas. Esa es la primera cosa que trato de explicar cada vez que doy el curso de Periodismo de Rock. El periodismo es la búsqueda de la verdad, por lo menos para mí, y en arte esa verdad es absolutamente personal y relativa. No me interesa que la gente que viene a aprender conmigo termine pensando como yo, sino que termine encontrando su propia visión de las cosas y pueda comunicarlas con argumentos.
 

En tiempos en que el periodismo es vapuleado, yo lo reivindico. Es una profesión noble... como el átomo, que puede ser usada para el bien o para el mal. Es una profesión de apasionados, o de mercenarios. No es difícil diferenciar entre ambos; se les nota la etiqueta cuando están al servicio de un patrón, de una ideología o de una obsesión. Me gusta enseñarlo porque creo que cuantos mejores profesionales haya, el rock tendrá mejores parámetros y podrá tener mayor calidad. Pero para eso hace falta tener honestidad intelectual. Y la más difícil de conseguir es la que a uno mismo respecta.
 

Veo mucha falsedad en cosas que se escriben y se dicen sobre rock. Bandas que son elevadas a los cielos por mero amiguismo; bandas que son defenestradas no por sus méritos, sino porque representan algo distinto a la persona que escribe. Hay militantes de estilos que en vez de usar sus conocimientos para comunicar su pasión, se dedican a desmerecer cosas que no conocen para que SU visión triunfe. No es fácil ser objetivo cuando de arte se trata, pero es importante hacer el esfuerzo. Quizás no se logre la objetividad total (lo más probable es que no), pero sí se puede acercar uno a la honestidad intelectual. Para consigo y para con los otros.
 

El taller de Periodismo de Rock no tiene nada que ver con el curso de Historia del Rock. Son dos cosas distintas, aunque para ser un buen periodista de rock uno necesita conocer bien la historia. Para eso fueron diseñados, para que sean complementarios uno del otro. Pero en uno se ve más periodismo aplicado a la música, y en el otro se ve más la historia aplicada a la música.
 

Mucha gente me pregunta por los requisitos previos para hacer el curso de Periodismo de Rock. No los hay: existen muchos ex alumnos que hicieron ese curso sin la menor intención de ser periodistas algún día, y la experiencia parece haberles servido. Cada uno tiene su motivación. La mía es poder brindar algunas herramientas que ayuden a ganar tiempo, a tener mejores profesionales y sobre todo, ayudar a elevar el nivel. Después estará en manos de cada uno poder hacerlo. Hay otra cuestión, y es que me divierte mucho y me hace bien poder comunicar la pasión por el rock y el periodismo. Pero ese ya es mi problema.
 

Los que quieran ver el programa de estudios, o inscribirse, o consultar algo más, vayan a www.artilaria.com.ar

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