jueves, 23 de diciembre de 2010

Un toque de Rush

Por esas cosas de la memoria y de la vida, tengo bien grabado el momento en que escuché por primera vez a Rush. Fue en el verdadero inicio de mi interés por el periodismo, en 1978, cuando tenía quince años y ví un aviso en la revista Pelo donde una publicación buscaba colaboradores. Se llamaba “Leyendas”, y la dirigía José Luis Alfonso, un chico que tenía una banda (más adelante armó otra llamada Los Culpables de Todo). Allí escribí mis primeras dos notas: comentario del show de Serú Girán en el Auditorio Buenos Aires y crítica de “La grasa de las capitales”. No son notas que recuerde con cariño, y ni siquiera las conservo. Los primeros palotes siempre son muy malos.
 

José Luis tenía una buena cantidad de discos de Rush que me prestó cuando se fue de viaje y me dejó a cargo de “Leyendas”. Para que se den una idea, el disco más nuevo del grupo era “Hemispheres”, que tenía una canción instrumental que a un fanático del rock sinfónico como yo era en ese momento lo cautivó: “La Villa Strangiato”. Escuché el primero de Rush, “Fly by night”, “2112” y “A farewell to kings”, que se convirtió en mi favorito. Siempre me gustó que fueran una suerte de cruza entre Led Zeppelin y Yes.
 

Obviamente, después seguí su carrera con “Permanent Waves”, que hoy es el disco que más recuerdo de Rush. Creo que ahí estaban al dente: para mí es el mejor momento de la banda, que fue muy bien continuado con “Moving Pictures”, el que tenía “Tom Sawyer”, quizás su canción más conocida. Ya “Signals” no me gustó tanto, y los que siguieron menos. No obstante debo haber escuchado la mayoría, ya que Rush se convirtió en una banda muy querida por el público argentino.
 

Siempre me pregunté porqué, con tanta audiencia aquí, jamás habían venido. Supongo que deben ser un grupo muy caro y con mucha estructura para mover. De todos modos, ya están aquí, y tocan el viernes 15 de octubre en GEBA. Cuando yo usaba pelo largo atado con colita y anteojos, mucha gente me decía que era muy parecido a Geddy Lee. Sin embargo, el personaje que siempre me fascinó fue Neil Peart, un baterista excelente, letrista de la banda, que después sufrió una gran desgracia familiar, y contó con el soporte (al menos fue lo que se dijo) de sus compañeros de banda. Si bien no recuerdo todos sus discos (algunos son francamente olvidables), sí adoro todas sus tapas y los títulos de los álbumes.
 

Espero poder ir a verlos, no solo porque son una gran banda, sino porque espero poder conectarme con aquel pibe de 15 que los descubría en 1978 al tiempo que iba encontrando su verdadera vocación, que sería tan percusiva como su batería. Al fin y al cabo, escribir sobre un teclado es una manera de hacer ritmo con teclas y palabras. Quisiera contarle que todo va a salir bien, o al menos mucho mejor de lo que podía esperar en aquel momento. Y disfrutar juntos de “La Villa Strangiato”, “Tom Sawyer” y “Closer to the heart”. ¿Seguirán tocando esas canciones?

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